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viernes, 8 de julio de 2011

NIEL AGRIPINO PALOMINO GONZALES

PISADA FIRME
En la ruta de González Prada Leonel Cuzmán por siempre


CUANDO LLEGÓ al mundo Niel Agripino, un 14 de agosto de 1980, nadie presagió que con el tiempo fuera escritor. Allá en su tierra, sólo son Wakachutas, ese apelativo jocoso, que entre risueño, corajudo y aventurero les cae como anillo al dedo, como dijera Pablo Neruda, el Inolvidable poeta chileno. PALOMINO GONZALES, desde muy joven; cambió su camino. Fue alumno aplicado de su comunidad bravía de Paccayura, distrito de Progreso y provincia de Grau-Apurímac. Luego, como no podía ser de otro modo, alcanzó en el colegio José Antonio Encinas la secundaria formal. Pero él, ya tenía en la sangre subversiva de los hijos de Grau su derrotero. Sería el cantor de su pueblo.

NIEL PALOMINO, irrumpió en las aulas universitarias de San Antonio Abad del Cusco con suficiencia. Con la clase de sus ancestros, atrevido y digno. Poco a poco, empezó a mostrar su talento y entregó a propios y wakachutas su primera obra: Cantar del Amante Labriego (2002), que recibió halagos sinceros de los compañeros y amigos y después de la comunidad universitaria cusqueña. Sin duda, un esfuerzo que avizoraba su encuentro con las letras de manera feraz. Más adelante, publicó Wakatakiy, Cantar Taurino (2006), confirmando su avance sostenido en el mundo literario.

HOY (ya como docente universitario) ha vuelto a reincidir con esas alegrías del escritor que se afirme en sus trece, como dijera César Hildebrandt, y tenemos el Cantar del Wakachuta (2010). Conjunto de relatos cortos, muy ordenados, - quién sabe demasiado orden -. Y ya a la altura del tercer vástago literario, Niel, tiene que alzar el vuelo del cóndor. Y es que, en las azarosas arenas de la literatura, hay que dar saltos. Ese salto que sus amigos le demandan. Nada de humildad ni de colas fortuitas, menos obligatorias. Niel, posee talento para prestar, y lo único que tiene que hacer es zafarse de las ataduras convencionales. A veces el atrevimiento es buena señal para alcanzar las cimas. Aquellas que muy pocos llegan.

DESDE Cantar del Wakachuta, Mery y yo para siempre, La Venganza del Aguacero, Se fue en un río, Operación Hormiga, e Hígado cocinado, los seis cuentos del libro, Niel se revela como lo que es: un amante empedernido de su tierra, de sus gentes y muy especialmente de su hermosa familia. Seis lecturas que se leen de un tirón y que nos remite sin preámbulos ni enjuagues a la esencia (Pachamama) de nuestros ancestros. Y claro, defenderla es obligación sagrada del hijo bien nacido. No de los parias, felipillos y testaferros que se venden por una chutilla a cualquier advenedizo con cara de ponja o agringado de ocasión.

NIEL AGRIPINO PALOMINO GONZALES, con su juventud, con la lozanía de sus encuentros con los recovecos misteriosos del ande sur peruano, viene a ser el abrazo con el aire a cuatro mil metros de altura, con los valles calurosos de Apurímac y las vivencias más sentidas entre hombres y naturaleza. Una magia que muy pocos pueden sustraerse con esta obra recién salida del horno sentimental del escritor,  que va camino a nuevas victorias literarias.

Leonel Guzmán Calderón.

·         Extraído del diario El sol.
Cusco, 25 de enero de 2011.