Cantar del Wakachuta es el primer libro de cuentos de Niel Palomino, su primer poemario tiene este mismo tono Cantar del amante labriego, la constante del canto expresa el amor de un joven escritor a la tierra y a la cultura de donde procede.
Cantar del Wakachuta es uno de los seis cuentos privilegiados que tiene el mérito de otorgarle el nombre al presente libro, que es una mezcla heterogénea de dos códigos lingüísticos distintos, que en castellano quechuizado quiere decir, cantar del que jala la vaca; apelativo socialmente impuesto a los abigeos en las comunidades andinas de Apurímac, de las provincias de Antabamba, Cotabambas, sobre todo de Grau, Chumbivilcas en la Región Cusco etc. que vinculados con el bandolerismo, dichos personajes alcanzaron celebridad en la vida real, inspirando a narradores andinos de vena indigenista en la región y el país, están presentes en obras del indigenismo clásico como Los perros hambrientos de Ciro Alegría (la historia de los Celedonios), en el cuento Los perros vagabundos de Manuel Robles Alarcón que tiene como protagonistas abigeos y bandoleros que roban a los hacendados y burlan de la persecución de la justicia como ocurre en el Cantar del Wakachuta, en Alancho el noble bandolero de Guillermo Viladegut Ferrufino, o en narrativas actuales como ¡Aquí están los Montesinos! de Feliciano Padilla.
Lo peculiar de este cuento, a pesar que el tópico pueda ser recurrente, es su estrategia narrativa, el monólogo del personaje protagonista-narrador con el cadáver de su padre llamado Wakachuta, una reminiscencia de la vida azarosa y a la vez casi heroica de un abigeo, que roba sólo a los ricos hacendados y terratenientes abusivos. Esta vida es una escuela viva del abigeato donde el personaje narrador aprende participando en el robo desde los 12 años de edad. En la última palabra del cuento, el personaje protagonista narrador delata llamarse Saturnino, sorprendiendo al lector que el Wakachuta fue muerto no por abigeo, ni en manos de la justicia, sino, en una disputa de amor por Paulacha pareja del cholo Saturnino, en un forcejeo mano a mano el Wakachuta se dispara a sí mismo. Nadie podía matarlo, sólo él podía hacerlo, después de delatarle que el cholo Saturnino no es su hijo, sino su hijastro, a cuyo padre había matado por quedarse con su madre.
El robo y el amor se entrelazan como signos enaltecedores del abigeo más famoso de la provincia Grau, las hazañas de robar y no ser cogido por persecución de la justicia y las burlas increíbles a los ricos hacendados y terratenientes, (nunca a los pobres) enaltecen como personajes. Son símbolos representativos de los abigeos: su caballo (como el Yanagallucha, un caballo salvador casi mágico del Wakachuta), el lazo (utilizado con maestría en la captura del ganado) y las hazañas de amor y conquista sin parangón a las mujeres. Wakachuta se configura como un vengador que restaura su pasado, quien fue hijo de una violación de un hacendado a una campesina, cuyo hijo fue negado y no reconocido. Esta injusticia imperdonable sería la motivación de su rebeldía y venganza frente a los grupos de poder de un sistema feudal. La condición marginal y secular de estos personajes, según el autor será superado por la educación, tal como ya había planteado sobre los indígenas Clorinda Matto de Turner en Aves sin nido, al igual que muchos indigenistas.
Opuestamente al contenido del cuento anterior, La venganza de Aguacero es un cuestionamiento a los abigeos, un ajuste de cuentas, no por los hombres, sino, por un toro que nació en pleno torrente lluvioso por lo que fue llamado Aguacero. Este mató en una corrida de toros a uno de los abigeos, que otrora quiso arrebatarle a balazos de sus dueños pobres, matando a uno de los pastores niños indefensos.
La muerte es un tema recurrente en casi todos los relatos contados, en el cuento Se fue en un río, el personaje protagonista, narra desde la muerte, la muerte de sus padres que fueron llevados por el río Ch´illiw al igual que él. Asimismo, el cuento titulado Mery y yo para siempre de tono amoroso infantil, (evocación del amor platónico del autor) tiene un desenlace trágico: la muerte de Mery en una volcadura de carro. Y la primera carta de amor del personaje narrador, jamás llegó a las manos de la amada. Igualmente el cuento Hígado cocinado trata de los efectos fúnebres del alcohol metílico que desgracia a los pobres campesinos y enriquece a los vendedores.
Los cuentos antes mencionados están escritas con un castellano casi formal, con algunas derivaciones bilingües, de un castellano quechuizado, sobre todo cuando utiliza toponimias de parajes andinos como montañas, valles, abismos, ríos; descritos como escenarios donde se mueven sus personajes, quienes tienen una concepción mítica de la vida y una relación mágica -religiosa, con los apus o dioses de los pobladores andinos. Si bien estos cuentos tienen una marcada evocación por el pasado, tienden puentes a los años noventa, al tocar temas de la violencia política ocurrido en nuestro país, donde las víctimas fueron mayormente campesinos inocentes.
El cuento titulado Operación Hormiga trasciende los temas locales o regionales al tratar el problema actual del Perú expresado en una metáfora de la lucha de grupos diferenciados de hormigas que, se enfrentan por quitarse los recursos de subsistencia. Es una metáfora de la lucha de los pueblos dependientes y pobres contra el gran capital extranjero que se impone, una nueva forma de colonizar y saquear sus recursos, despojando de sus tierras, trastocando sus formas de vida y costumbres dejándoles en la devastación, la pobreza, la hecatombe de los pueblos, la persecución y encarcelación de sus líderes; expresando la lucha de América desde hace más de 500 años sin liberarse de dicha situación.
En fin la palabra de Niel Palomino tienen un tono reivindicativo que reclaman los pueblos andinos, a ser tomados en cuenta como miembros de este país diverso, cuya tendencia oficial centralista, homogenizante y glabalizante no podrá matar las particularidades e identidades propias de los pueblos. El autor de estos cuentos, mostrándonos la belleza y riqueza cultural del mundo andino, contribuye al fortalecimiento de nuestra identidad. Abrazo a Niel por este firme y halagador paso al mundo maravilloso de la creación literaria y aguardo con esperanza sus mayores logros y aportes a la literatura regional y del país.
Hernán Hurtado Trujillo.
¡Muy bueno! Me divertí muchísimo leyendo el libro, especialmente el cuento que da origen al mismo, es decir “Cantar de Wakachuta”. Digo esto porque el cuento te atrapa desde el primer momento que empiezas a leerlo. Además es realmente impactante porque el final es totalmente inesperado. En mi opinión leer este libro fue una nueva experiencia, principalmente enriquecedora. Estoy segura que esto no voy a olvidarlo jamás.ANGELA ROMERO HINOSTROZA
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