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viernes, 14 de enero de 2011

CON “¡AQUÍ ESTÁN LOS MONTESINOS!” DE CHANO PADILLA SE INAUGURA LA NUEVA NOVELA APURIMEÑA PARA EL MUNDO


Como en las mejores novelas  de la literatura universal, en “!Aquí Están Los Montesinos!”  confluyen temas y sentimientos como el destino, la vida, la fatalidad,  la muerte, la política, la historia, el honor,  las traiciones, la venganza, las luchas,  la ternura, los amores, las costumbres y cosmovisiones, etc. 30 años tuvo que esperar  la narrativa apurimeña   para entregarnos a manos llenas esta obra y este autor (apurimeño- puneño) con los méritos suficientes para constituirse en una obra  clásica.

La trama de la historia  se desarrolla  principalmente  en la agreste geomorfología   de las provincias de Cotabambas, Grau y Abancay del Dpto. de Apurímac. Se temporaliza en las primeras décadas  del siglo XX. Históricamente corresponde  a los gobiernos de Augusto B. Leguía   y como línea argumental nos cuenta   las luchas  contra el centralismo político limeño y las justas aspiración de los pueblos  a su autogobierno. La raíz de ello, son las ambiciones políticas del Dr. Rafael Grau  Cavero y Núñez, hijo del héroe nacional Miguel Grau Seminario. Este citado  personaje,  de manera muy arbitraria   y aprovechándose de la fama de su padre, incursionó  en la política oligárquica  que imperaba  por aquellas décadas. No siendo apurimeño, menos cotabambino y sin siquiera conocer ni en sus sueños aquella  tierra, fue diputado por ésta durante  12 años. Ante el reclamo de  políticos  apurimeños, todos latifundistas, que querían a un representante nato, se le ocurrió a Rafael Grau, la idea de visitar por primera vez  a la tierra que representaba en el parlamento. El viaje fue a caballo y duró  semanas. Su objetivo era hacer proselitismo político en aquellas tierras, ganar simpatía de los electores y  así permanecer cuatro años más en la vida política. Esta actitud  indignó  a los principales terratenientes de Apurímac y más a la prosapia Montesinos quienes  eran dueños  de una extensa hacienda en Qoyllurki – Cotabambas. El más interesado era el Dr. Santiago Montesinos Guzmán, candidato rival de Rafael Grau por Cotabambas. Los Montesinos al escuchar los rumores de la llegada de  Grau planifican capturar a éste, con la finalidad  de obligarlo a firmar una renuncia a su candidatura y facilitar así el triunfo de Santiago Montesinos.  Con este propósito lo esperan a Grau  ocultos y bien armados  en el  puente Palqaro-  Tambobamba. El hijo de el caballero de los mares, venía con una comitiva bien armada y en compañía de José del Carmen Gonzales, prefecto por entonces de Apurímac y enemigo declarado a muerte de los Montesinos; pero,  paradójicamente también, suegro de uno de ellos y por ende, nieto de los hermanos Alejandrino, Luis y Aurelio Montesinos Gonzales, quienes igualmente están participando en la emboscada de Palqaro. Grau y sus acompañantes ya se encontraban cruzando el puente colonial  del río Palqaro cuando un disparo al aire  los detuvo. Una voz, luego,  les advirtió que estaban rodeados y que Rafael Grau debería firmar su renuncia. Pero uno de los acompañantes de Grau, al parecer el prefecto Gonzales, empezó a disparar  a mansalva a los Montesinos y huyó. Estallando así  la escaramuza con el terrible saldo de  muerte de Grau y  sus secuaces, cuyos cuerpos  y sangre cayeron al río Palqaro.               

A partir de este hecho, los Montesinos, culpables o inocentes,  serán perseguidos y encarcelados  por los wayruros, policías del estado que no escatimaran esfuerzos  hasta lograr el fin de los asesinos de Rafael Grau. Por su parte los hermanos Alejandrino, Luis y Aurelio Montesinos Gonzales, se convertirán en los legendarios Alancho, Chucho y Aulico. Hacendados nobles que para defenderse  de la policía  convocarán  a los bravos  indígenas  cotabambinos y otros terratenientes para enfrentarse de esta manera a todo el aparato  de la política centralista limeña.
 Así empieza la lucha por el descentralismo político y dignidad de los pueblos  apurimeños que se extenderá  casi durante 15 años de    enfrentamientos armados  acaecidos en los pajonales de T’aqata, Siusa, Phaqlla q’asa, Puquta y las quebradas de Ollabamba, Pachachaka, e incluso Curpawasi, Vilcabamba, Curasco y otros  pueblos de la actual provincia de Grau,  en los que siempre, Los Montesinos y los bravos campesinos cotabambinos y grauinos  salieron ganadores.  Desde aquellas alturas llegaban  a la mismísima Abancay,   capital de Apurímac, montados en sus caballos y vestidos a la usanza cotabambina,  haciendo tronar sus balas  y exclamando  su grito guerrillero de triunfo:  “!Wifa!, ¡Aquí están los Montesinos!”. Después de unas buenas jaranas se retiraban  nuevamente a los pajonales de  viento, nieve, granizo y lluvias torrenciales; donde  ningún policía ni soldado  los pudo derrotar. 

Para mantener a sus combatientes, en su mayoría campesinos cotabambinos y grauinos, Los Alancho que así los empezaban a llamar, cobraban cupos de guerra a los  demás hacendados y si es que éstos les negaban el pago,  ingresaban a la fuerza  llevándose ganados y otros  enseres que los repartían entre los campesinos pobres de aquellas tierras. Al mejor estilo de Robin Hood.

En esas andanzas Alejandrino o Alancho, el mayor de los hermanos se enamora y desposa a Griselda una bella cotabambina  hija de otro hacendado, en quien tendrá hijos.    Posteriormente y después de unos episodios inesperados, Alancho  mata sin querer a su hermano Luis, mientras que Aulico Montesinos Gonzales, el menor  de los hermanos pero  el más enamorado y músico, es capturado en Abancay  cuando daba serenata a una sensual abanquina de senos  enormes. Esto obligó a Alancho dejar la lucha e ir a Quillabamba, primero para distraer a la policía e ir  luego, de anónimo a Lima  salvaguardando a sí a su esposa e hijos.

Para la clase política  de entonces  y aún hoy para la historia oficial, que es la más mentirosa  de todas,  Rafael Grau es el mártir y héroe máximo  de la democracia y en cuyo “altísimo honor” se creó una provincia  en Aprurímac (Grau),  que inmerecidamente  lleva su apellido. Mientras que los tres hermanos son simples bandoleros criminales y wakachutas o abigeos peligrosos que atentaron contra la democracia y la estabilidad política del país.

Pero que contrariamente, para los campesinos de Grau y Cotabambas,  los hermanos Montesinos Gonzales, son el símbolo viviente  de rebeldía contra el centralismo limeño y su mal llamado e ilegítima democracia que no es sino dedocracia; asimismo, contra sus serviles hacendados y potentados  y los perros uniformados  que  mudos obedecen a gobernantes corruptos  y disparan contra el corazón y sangre  del pueblo que tiene rico perfume y huele a jazmines y violetas, a pólvora y dinamita.  

Con este apasionante relato  y desde aquellos apus Yuringa, Mallmanya y Waqutu, cumbres  testigos de estas luchas, el narrador Felicano Padilla  despliega  cual cóndor  por el infinito hasta surcar los cielos de la literatura universal.  Esto no sólo por los episodios citados, sino por la  magnífica fabulación y narración de estos hechos, por el manejo acertado de técnicas  narrativas  contemporáneas como: la fragmentación temporal, los raccontos, flash back y flash foward, mudas de narrador y tiempo en el relato y los monólogos que dejan fluir la conciencia de los actantes. Con todo ello, esta  novela  logra atrapar,  literalmente hablando, al más abúlico lector desde las primeras líneas hasta el final y luego tentar poderosamente a una segunda, tercera, cuarta lecturas. En suma  “!Aquí Están Los Montesinos!”  de Padilla, es una novela que cautiva,  entretiene, deleita, conmueve, informa, forma y enternece al lector. No es sólo la narración de hechos  legendarios  de los hermanos Alancho que interesan aquí;  sino también, la parte humana  de estos bravos cotabambinos que nos muestra el autor. Esto es  visible, cuando el autor relata, la  concepción con matices políticos delos hermanos Montesinos, la niñez apacible  de éstos en La Calzada Abancay, sus primeras experiencias y desamores,  el abandono de su madre y prisión política de su padre, su solidaridad  y apoyo a los  comuneros desposeídos de Cotabambas y Grau, quienes vieron en ellos a los Robin Hood andinos, pues robaban a los  hacendados para dar a los campesinos.  Y también, los desvelos de padre cariñoso y drama de perseguido político de Alancho, el último de los hermanos  vivos pero que cuyo cuerpo  caerá  delante su esposa e hijos,   acribillado por las balas de la  fuerza oficial en la selva convenciana. Además, esta novela, tiene mucho de   la historia no oficial, pero verdadera, de las provincias de Grau, Cotabambas, Abancay y cómo no, de  Apurímac.

Lo mencionado  son méritos suficientes para catalogar  a   “!Aquí Están Los Montesinos!” como una obra  de talla universal y afirmar categóricamente,  que ésta  inaugura la nueva novela apurimeña para el mundo después de las de Arguedas, que difícilmente podrá ser superada  por la novelística apurimeña del siglo XXI, si es que sucede.  No en vano Padilla es   un mago de la narrativa  que a estas alturas  goza de la preferencia  y reconocimiento de lectores, críticos,  antologadores y serios premios. Pese a ello y a diferencia de algunos literatos de nuestro medio. Padilla, posee en su modestia, la vanidad de Sócrates que decía: “Sólo sé que nada sé”. Eso es, Chano Padilla,  laureado narrador apurimeño y puneño y esta su novela que comentamos. En el fondo es la misma fuerza telúrica  a lo Arguedas pero con el manejo de  modernas técnicas  narrativas en su forma, y de yapa  la genialidad  de mezclar la realidad histórica  y la ficción al mejor estilo de Manuel Scorza en “La Guerra Silenciosa”.


Niel Palomino Gonzales, para la revista  Chillico.


ENTREVISTA A CHANO PADILLA


1. UD. SE CONSIDERA  UN ESCRITOR ABANQUINO- PUNEÑO O
VICEVERSA, EXPLIQUEME COMO ES ESO.

Soy narrador andino. Mi corazón está partido entre el Pachachaca y
el Titikaka. Viví mi infancia, adolescencia y primera
juventud en Abancay, Curpahuasi, Vilcabamba,
Chuquibambilla, Chalhuanca y otros pueblos. Ese hecho
ha marcado mi vida para siempre. Pero,mi formación
literaria está en Puno, donde tengo esposa,hijos y
nietos que son puneños. En Puno está mi casa, mi
trabajo, mis amigos.

2. ACABA DE PUBLICAR SU NOVELA “!AQUÍ ESTAN LOS
MONTESINOS!”, QUE RAZONES MOTIVARON LA ESCRITURA DE
ESTOS FAMOSOS ALANCHOS, Y EN SU OPINIÓN, ¿QUÉ
SIGNIFICADO O CONNOTACIÓN  TIENEN ELLOS PARA LOS
APURIMEÑOS, ESPECÍFICAMENTE, GRAUINOS Y
COTABAMBINOS?
La novela está motivada por las
noticias que de niño recibí de parte de mis
familiares. Desde aquel  entonces la vida de Los
Alancho me subyugó sobremanera. Para los apurimeños
debe ser una novela más; ojalá, una novela muy
apreciada con el tiempo. Ha merecido comentarios
elogiosos como obra de arte y quién sabe siga
cosechando lauros.

3.EN ESTOS ÚLTIMOS AÑOS  SE AGUDIZA ESA RIVALIDAD
 ENTRE ESCRITORES LIMEÑOS Y ESCRITORES ANDINOS ¿CÚAL
 ES SU POSICIÓN Y OPINIÓN AL RESPECTO? >

. La verdad es que   los escritores andinos hemos sufrido las consecuencias
de un centralismo cultural asfixiante. La gran prensa,
las editoriales y el periodismo, casi siempre, nos
marginan y sobrevaloran y dan preferencia a las obras que sólo se produce en Lima.
Yo les digo que no hay sufrir mucho por esto. La buena
literatura se impondrá por sí sola. La obligación
moral de todo escritor sea abanquino, grauino, piurano
o huancaíno, es escribir bien. Hay que escribir bien y
nada más. La discusión entre literatos andinos y
limeños es estéril y ridícula.

 4. CUENTENOS CUANDO  Y DONDE DESCUBRISTE TU PASIÓN
POR LA LITERATURA COMO CREADOR,  HAY ALGUNA INFLUENCIA
 FAMILIAR EN ELLO O SON SÓLO LAS LECTURAS.
Creo que mi abuela Alfonsa Miranda influyó mucho en mí. Era una
gran narradora oral. De niño la escuchaba por las
noches con la boca abierta. Es más, la escuchábamos
muchos niños y personas mayores. Cuando se ponía a
relatarnos algún cuento nos separaba del mundo real
con un chasquido de dedos. Y veíamos como salía de
su boca culebras, osos, wallatas, vicuñas y personas
de carne y hueso que hacían hechos extraordinarios,
increíbles. Era una maga con mucho poder en la palabra
que nos hacía gozar, reír, llorar por las noches, muy
cerca del fogón.

 5. ¿SE PODRÍA AFIRMAR QUE,  ALGO DE CHANO PADILLA HAY
EN LA NIÑEZ Y TÍMIDA ADOLESCENCIA DE  AULICO
MONTESINOS? (PERSONAJE CLAVE DE SU NOVELA)

Hay algo de mí en Aulico, Nazario, Feliciano Hilares, Cléver
Hilares y en muchos personajes de mis obras con
quienes reímos o sufrimos su condición humana.
Naturalmente, cuando uno escribe, uno nunca se plantea
esto a propósito, sino que, todo sucede sin que uno se
dé cuenta.

 6. UD. ES MAESTRO DE PROFESIÓN, CONOCE EL DRAMA DE LA
 EDUCACIÓN PERUANA MUY BIEN, ¿QUÉ OPINIÓM LE MERECE
 LAS ACCIONES EDUCATIVAS  ASUMIDAS POR EL GOBIERNO
 APRISTA, CON ESO DE LA MUNICIPALIZACIÓN DE LA
 EDUCACIÓN PRIMARIA Y LA EVALUACIÓN CENSAL APLICADA A
LOS DOCENTES?

La evaluación debe hacerse a todo el
proceso educativo. Cuando la evaluación es a un
aspecto específico es sospechosa de cumplir otros
objetivos, particularmente, de responsabilizar a los
profesores del mal estado en que se encuentra la
educación. Y eso es injusto. Incluso, aceptando a que
se haga una evaluación sólo a los profesores, la
prueba de marras está orientada a medir sólo el manejo
de información.  Y la experiencia nos aconseja que
sólo un buen manejo de información no es suficiente.
Hay que combinar esa capacidad con otras y,
particularmente, con el manejo de estrategias, el
comportamiento del docente en el aula, con su
lenguaje, su trato, su actitud. Otra cosa, por lo que
se ha conocido, la prueba ha sido un insulto a la
educación por su bajo nivel. Pero, esta prueba se ha
diseñado con el propósito de poner en contradicción a
la sociedad contra los maestros.

7. FINALMENTE AGRADECIÉNDOLE POR ANTICIPADO SUS
RESPUESTAS DÍGANOS, ¿CUANTO HA TRASCENDIDO LA OBRA Y
NOMBRE DE FELICIANO PADILLA EN LA LITERATURA PERUANA
Y UNIVERSAL?
La narrativa andina está en su mejor
momento. Nunca como ahora se hablado de tantos
narradores juntos, sobre todo de los que se tiene en
la ciudad del Cusco como son Enrique Rosas, Luis Nieto
Degregori, Jaime Pantigozo,  Mario
Guevara, Ángel Avendaño que se suman a los
puneños,huanuqueños, ayacuchanos, arequipeños,
piuranos y cajamarquinos, cuyos nombres son conocidos
en Lima y fuera del país. En Apurímac necesitamos
trabajar, investigar y aprender mucho para tener otro
José María Arguedas. Ojalá.


jueves, 13 de enero de 2011

MAESTRO



MAESTRO

Maestro!!!
Ingeniero inmortal del aprendizaje
Divino fundidor del alma humana
Aunque ya haya pasado el tiempo
Las canas coronen tu frente sabia
Existes y existirás cual tinta indeleble
En la letra que nos ayudaste a trazar
En los números con los que nos amigaste

Sin embargo maestro
Aún eres
Ala educacional  por los gobiernos ensangrentada
Héroe inmortal por la historia ignorada

Para tan sólo un día
Diste todos los días de tu vida
Para la indiferencia de la sociedad  
Formaste sociedades nuevas

Basta maestro
El olvido y la nostalgia
No te expriman más la existencia
Nosotros tus alumnos siempre te llevamos
En el perfil del ayer y frente al mañana
Porque tú encendiste
La tea flamígera de nuestras mentes
Por el sendero abrupto de la vida
Guiados por tus consejos marchamos

Con tus ejemplos nos enseñaste
Que sí es posible dividir el pan nuestro
Y compartirlos por igual a todos


Si la miseria fuera tu pizarra
Ya la hubieras borrado de un motazo

Maestro
Porque los mejores años de tu vida
Más que a tus propios hijos
Nos los diste sin reservas
Lo que sabemos y lo  que somos
Todos a ti te debemos
Gracias infinitas MAESTRO
Divino fundidor del alma humana



Niel Palomino Gonzales.

UNA ANTOLOGÍA NECESARIA DE APURÍMAC PARA EL PERÚ: “DIOS, EL GRAN POETA” DE FEDERICO LA TORRE.

Por Niel Palomino Gonzales (escritor).

Una antología, en palabras sencillas, es una selección de lo mejor de algo. Aunque personal y arbitrariamente elaborada, es algo así, como la memoria  colectiva de una generación, de una escuela o movimiento literario, o en fin, de todo un pueblo. En ese  entender, para quien escribe estas líneas es muy emotivo comentar la publicación no sólo de un libro sino de la memoria poética de Apurímac, bajo el título de “DIOS, EL GRAN POETA. Poetas representativos de Apurímac”. La edición fue preparada por el prolífico literato Federico La torre Ormachea, padre de la pluma apurimeña,  y se constituye en un hecho sin precedentes en la tierra de dios hablador. Este hecho cultural es doblemente sin precedentes no sólo porque no se realizó una antología anterior a esta sobre la poesía apurimeña, sino porque (es lo que quiero remarcar) el costo económico de la edición corrió a cargo del Gobierno Regional de Apurímac presidida en aquel entonces (2006), por la señora Rosa Suárez Aliaga. Son pocas las entidades y muy pocas las autoridades que aún consideran  la importancia de la cultura y el arte en el desarrollo de los pueblos.  Sin una educación acorde a nuestra realidad y sin la revaloración y difusión de nuestra cultura podremos sobrevivir en el subdesarrollo; pero jamás salir de él.

De las manos del maestro Federico y de la ex presidenta regional de Apurímac, la indestructible y monumental obra se inauguró exactamente el 20 de marzo de 2006 a horas 6:30 pm., según reza en la invitación al acto. El libro presenta, en su interior, casi a todos los apurimeños que han escrito poesía, desde el siglo XVII hasta el siglo XXI. Es, además,  el resultado de un arduo y apasionado trabajo de investigación, de “inspiración y transpiración” por parte del antologador, quien para presentar lo mejor de la poesía apurimeña ha optado además del criterio estético, por el, geográfico y el orden alfabético. De esta manera aparecen 7 vates de Abancay, 10 de de Andahuaylas, 3 de Antabamba, 2 de Aimaraes, 2 de Cotabambas, 1 de Chincheros y 2 de Grau. De ello se puede concluir que la poesía apurimeña fue aperturada por una mujer: la poetisa Josefa Francisca de Añaza y Llano aún en el siglo XVII y es temporalmente clausurada por un varón: el talentoso bardo grauino Hernán Hurtado Trujillo.  La crestomatía en mención es además de un aporte importante a la difusión de la poesía apurimeña un balance del quehacer poético de la tierra del gran Arguedas y una referencia para estudiar la Literatura Peruana en su integridad heterogénea.

Empero, esto no debe quedar sólo allí sino en el conocimiento, estudio, análisis y critica por parte de la población apurimeña y principalmente de la niñez, adolescencia y juventud para “no sentirnos extraños en nuestra propia tierra”. Por esa razón, desde este informativo exhortamos, a los especialistas o encargados del proyecto educativo regional, incluir dentro de la currícula de todas las instituciones educativas y todos los niveles de las siete provincias de Apurímac, como un acto justicia con la cultura nuestra; pues como genialmente afirma el autor de Todas las sangres: “El problema de la educación peruana no se resuelve con el método; sino con el conocimiento previo de las costumbres y tradiciones de un pueblo”.

UNA APROXIMACIÓN AL CANTAR DEL WAKACHUTA DE NIEL PALOMINO

Cantar del Wakachuta es el primer libro de cuentos de Niel Palomino, su primer poemario tiene  este mismo tono Cantar del  amante labriego, la constante del canto expresa el amor de un joven escritor  a  la tierra y a la cultura  de donde procede.

Cantar del Wakachuta  es uno de los seis cuentos privilegiados  que tiene el mérito de otorgarle el nombre  al presente libro, que es una mezcla heterogénea de dos códigos lingüísticos distintos, que en castellano quechuizado quiere decir, cantar del que jala la vaca; apelativo socialmente impuesto a los abigeos en las comunidades andinas de Apurímac, de las provincias de Antabamba, Cotabambas, sobre todo de Grau, Chumbivilcas en la Región Cusco etc. que vinculados con el bandolerismo, dichos personajes alcanzaron celebridad en la vida real, inspirando a narradores andinos de vena indigenista en la región y el país, están  presentes en obras del indigenismo clásico como Los perros hambrientos  de Ciro Alegría (la historia de los Celedonios), en el cuento Los perros vagabundos de Manuel Robles Alarcón que tiene como protagonistas abigeos y bandoleros que roban a los hacendados y burlan de la persecución de la justicia  como ocurre  en el Cantar del Wakachuta, en Alancho el noble bandolero  de Guillermo Viladegut Ferrufino, o en narrativas  actuales  como ¡Aquí están los Montesinos! de Feliciano Padilla.

Lo peculiar de este cuento, a pesar que el tópico pueda ser recurrente, es su estrategia narrativa, el  monólogo del personaje protagonista-narrador  con el cadáver de su padre llamado Wakachuta, una reminiscencia de la vida azarosa y a la vez casi heroica de un abigeo, que roba sólo a los ricos hacendados y terratenientes abusivos. Esta vida es una escuela viva del abigeato donde el personaje narrador aprende participando en el robo desde los 12 años de edad. En la última palabra del cuento, el personaje protagonista narrador delata llamarse Saturnino,  sorprendiendo al lector  que el Wakachuta fue muerto no por abigeo, ni en manos de la justicia, sino, en una disputa de amor por Paulacha pareja del cholo Saturnino, en un forcejeo mano a mano el Wakachuta se dispara a sí mismo. Nadie podía matarlo, sólo él podía hacerlo, después de delatarle que el cholo Saturnino no es su hijo, sino su hijastro, a cuyo padre había matado  por  quedarse con su madre.

El  robo y el amor se entrelazan como signos enaltecedores del  abigeo más famoso de la provincia Grau, las hazañas de robar y no ser cogido por persecución de la justicia y las burlas increíbles a los ricos hacendados y terratenientes, (nunca a los pobres) enaltecen como personajes. Son símbolos representativos de los abigeos: su caballo (como el Yanagallucha, un caballo salvador casi mágico del Wakachuta), el lazo (utilizado con maestría en la captura del ganado) y  las  hazañas de amor y conquista sin parangón a las mujeres. Wakachuta se configura como un vengador que restaura su pasado, quien fue hijo de una violación de un hacendado a una campesina, cuyo hijo fue negado y no reconocido. Esta injusticia imperdonable sería la motivación de su rebeldía y venganza frente a los grupos de poder de un sistema feudal. La condición marginal y secular de estos personajes, según el autor será superado por la educación, tal como ya había planteado  sobre los indígenas Clorinda Matto de Turner en Aves sin nido, al igual que muchos indigenistas.

Opuestamente al contenido del cuento anterior, La venganza de Aguacero es un cuestionamiento a los abigeos, un ajuste de cuentas, no por los hombres, sino, por un toro que nació en pleno torrente lluvioso por lo que fue llamado Aguacero. Este mató en una corrida de toros a uno de los abigeos, que otrora  quiso arrebatarle a balazos de sus dueños pobres, matando a uno de los pastores niños indefensos.


La muerte es un tema recurrente en casi todos los relatos contados, en el cuento Se fue en un río, el personaje protagonista, narra desde la muerte,  la muerte de sus padres que fueron llevados por el río Ch´illiw al igual que él. Asimismo, el  cuento titulado  Mery y yo para siempre de tono amoroso infantil, (evocación del amor platónico del autor)  tiene un desenlace trágico: la muerte de Mery en una volcadura de carro. Y la primera carta de amor del personaje narrador, jamás llegó a las manos de la amada. Igualmente el cuento Hígado cocinado trata de los efectos fúnebres del alcohol metílico que desgracia a los pobres campesinos  y enriquece a los vendedores.

Los cuentos antes mencionados están escritas con un castellano casi formal, con algunas derivaciones bilingües, de un castellano quechuizado, sobre todo cuando utiliza toponimias de parajes andinos como montañas, valles, abismos, ríos; descritos como escenarios donde se mueven sus personajes, quienes tienen una  concepción mítica de la vida y una relación mágica -religiosa, con los apus o dioses de los pobladores andinos. Si bien estos cuentos  tienen una  marcada evocación por el pasado, tienden puentes a los años noventa, al tocar temas de la violencia política ocurrido en nuestro país, donde las víctimas fueron mayormente campesinos inocentes.

            El cuento titulado Operación Hormiga trasciende los temas locales o regionales al tratar el problema actual  del Perú expresado  en una metáfora de  la lucha de grupos diferenciados de hormigas que, se enfrentan por quitarse los recursos de subsistencia. Es una metáfora de la lucha de los pueblos dependientes y pobres contra el gran capital extranjero que se impone, una nueva forma de colonizar y saquear sus recursos, despojando de sus tierras, trastocando sus formas de vida y costumbres dejándoles en la devastación, la pobreza, la hecatombe de los pueblos, la persecución  y encarcelación de sus líderes; expresando la lucha de América desde hace más de 500 años sin liberarse de dicha situación.

          En fin la palabra de Niel Palomino  tienen un tono reivindicativo que reclaman los pueblos andinos,  a ser tomados en cuenta como miembros de este país diverso, cuya tendencia oficial centralista, homogenizante y glabalizante no podrá matar las particularidades e identidades propias de los pueblos. El autor de estos cuentos, mostrándonos la belleza y riqueza cultural del mundo andino, contribuye al fortalecimiento de nuestra identidad. Abrazo a Niel por este firme y halagador paso al mundo maravilloso de la creación literaria y  aguardo con esperanza sus mayores logros y aportes a la literatura regional y del país.

                                                                                                              Hernán Hurtado Trujillo.

DESVENTURA EN LOS ANDES, LOS CUENTOS DE NIEL PALOMINO EN “CANTAR DEL WAKACHUTA”


Ha sido una grata experiencia leer los cuentos de Niel Palomino y, al mismo tiempo, una interesante revelación. Debo confesar que hace mucho tiempo no leía textos tan cercanos al ambiente del campo, como así solía decir mi abuela Juana cuando iba a contar alguna historia sobre aparecidos, rayos que partían en dos a los achachilas, dramas de amor o breves y graciosas anécdotas de sus alumnos de las siempre alejadas, y casi fantasmales, poblaciones de las orillas del lago Titicaca.

La primera impresión que tuve al leer los cuentos de “Cantar del wakachuta”, que además da título al libro que Niel Palomino me ha pedido que comente esta noche y he aceptado muy honrado y agradecido, es la capacidad de contar, de entretejer situaciones, describir personajes y espacios, provocar tensión y atención en el lector y finalmente hacernos saber de un final que no esperábamos. Al final de cada historia, uno respira tranquilo, no porque se agradezca que se haya terminado el cuento, sino porque realmente queríamos saber el final, cualquiera que éste fuese, y esta es una de las características de los buenos cuentos. Más o menos lo mismo ha sucedido en cada uno de los  relatos, el libro contiene seis; digo más o menos porque en unos casos la sensación más bien es querer que la historia no termine, porque se prevé un final fatal.

En el caso del primer cuento, hay en la historia varios conflictos, un hijo contra un padre, padre e hijo contra los policías, padre e hijo metidos de terroristas contra los militares y al mismo tiempo contra su propia organización, a la que, además no entienden del todo, padre contra su entorno social, hijo contra el padre revelado como padrastro, pobres contra ricos. Estos conflictos se desenvuelven en un ambiente abierto e infinito como es la sierra sur, y giran como en una espiral, generando encuentros y desencuentros violentos que, finalmente, marcarán el destino de los personajes que, con sus problemas domésticos, viven en su ley de wakachutas, o abigeos, del ámbito de la provincia de Grau, en Abancay.

En otras historias interesantes, también en el mismo ámbito geográfico, los recuerdos de la vida escolar, las travesuras de la primaria y las fantasías infantiles derivan en una historia de amor sana, sencilla, humilde, inocente, fatal. La relación de un hombre con su padrastro, llena de aventuras por cerros y quebradas, huyendo de la policía y de la mala suerte, enfrascándose en aventuras de abigeos y terroristas, termina en un asesinato. Un joven relata desesperadamente a la policía, con oraciones entrecortadas por el llanto y la rabia, cómo han muerto sus padres y cómo ha querido vengarlos. Un hombre parece volver de la muerte para buscar explicaciones sobre el fallecimiento de sus padres, arrastrados como él por un río.

Así, la fatalidad ronda casi en todas las páginas de este libro como en una película de terror, la muerte acecha a la vuelta de cada párrafo a los personajes y al propio lector, no porque vaya a ser víctima de uno de sus personajes o, peor, del propio autor que pareciera va a saltar súbitamente al dar vuelta una página armado de un látigo o un revólver, envuelto en un poncho y sobre un caballo, sino porque el lector está, siempre, a punto de ser testigo de una desgracia, de una desventura, la que inevitablemente llega.

Aunque sé que no es precisamente la intención de la obra de Niel Palomino, a lo largo de las páginas de su libro se vuelve a sentir ese aroma de desventura que perfuma los andes peruanos, especialmente en la sierra sur. Pareciera que no hay historia de amor, recuerdos infantiles, sucesos de amor filial, que no estén impregnados por la desventura, la adversidad, el infortunio o la desgracia. Sin embargo, como en la canción de Luis Abanto Morales, la gente en los andes vive, vivimos, tranquilos.

Otro aspecto que me ha llamado la atención es el lenguaje con que Niel Palomino se interna en la literatura, enfrenta la tarea de fabular y se expresa como persona, o como artista. Hace dos días se recordó el fallecimiento del gran José María Arguedas, traigo a colación este dato porque precisamente el autor de “Los ríos profundos” y el mayor novelista peruano fue el que más empeño le puso a la necesidad de expresar una historia, o una idea, mediante un lenguaje que combinaba el castellano, el quechua y la particular manera de hablar de la gente de Andahuaylas. Se ve que Niel Palomino hace el mismo esfuerzo, y aunque aún no lo logra, sí se puede tener la certeza de que será una de sus más importantes preocupaciones literarias. Y eso es muy bueno, porque precisamente necesitamos encontrar un lenguaje que nos permita decir con mucha confianza, y seguridad, con nuestras propias palabras, lo que realmente queremos decir.

Arguedas no fue comprendido. Al final de sus días reflexionaría sobre su “fracaso”, presionado por sociólogos que buscaban en sus novelas respuestas científicas, y sentiría haber vivido en vano. Sabemos que no fue así. La lectura de los cuentos de Niel Palomino me hace pensar que seguiremos en ese empeño terco de expresarnos como realmente somos y, al mismo tiempo, darle voz a quienes por mucho tiempo se les ha negado este derecho. Esta es una manifestación más de la terca resistencia de nuestra cultura.

Sin embargo, debo hacer notar lo difícil que es elaborar un mensaje combinando idiomas, modos, modismos y hasta particularidades que, teóricamente, Niel Palomino conoce mejor que yo. El cuento “Hígado cocinado”, por ejemplo, es narrado en primera persona por un joven que, saliendo de su comunidad a la población para vengar la muerte de sus padres provocada por consumo de alcohol, tiene que dar explicaciones a la policía. Como si fuera una grabación magnetofónica, el relato no solo se lee, sino que parece escucharse. A la tensión propia de este relato se suma el esfuerzo de reproducir la particular forma de hablar de los habitantes de las más alejadas comunidades de la sierra peruana, y creo que esto es también digno de destacar en la obra narrativa de Niel Palomino que, por supuesto, recién empieza.

De otro lado, inevitablemente, no por el compromiso sino porque así lo he sentido al disfrutar de los cuentos de “Cantar del wakachuta”, debo decir que he evocado a otros autores que también han reflejado, no reproducido ni repetido, el espíritu de los pueblos donde han centrado, o configurado, sus mundos narrativos, sus espacios de ficción, sus íntimos resquicios por donde han podido liberar a los demonios que los atormentaban.

He pensado en Arguedas, como ya lo dije, también en el mexicano Juan Rulfo. Dicho entre paréntesis, siempre hay que volver a Los ríos profundos o al llano en llamas. He recordado a Ciro Alegría y a Augusto Roa Bastos, al boliviano Jesús Urzagasti que tiene un extraordinario relato en el que un joven vuelve de la muerte solo para pedir explicaciones a su padrino que, muerto en la guerra del Chaco, no ha podido cumplir sus promesas; me hace pensar en la literatura que se está haciendo en Chile por los jóvenes mapuches, y en México y Paraguay, donde además de expresar el sentimiento y la identidad de sus pueblos lo hacen con su propio lenguaje. Por supuesto he pensado en toda la literatura que se produce en el interior del país, en los jóvenes que ensayan poemas y cuentos en sus cuadernos escolares, seguramente movidos por el temblor temprano de sus corazones, sentados en algún peñasco y contemplando el áspero discurrir de nuestros ríos entre las montañas.

Esto que digo no es lirismo, solamente, es también un permanente llamado a fomentar la lectura y la escritura en los jóvenes, especialmente, de aquí o de allá, pues una vez más hay que repetir que tienen los mismos derechos a expresar sus males de amor o sus ansias de rebelión, según los caminos que les haya tocado andar y los paisajes que hayan podido ver.

Un detalle final. No he hecho un ejercicio exhaustivo para desentrañar la vida o los demonios interiores de Niel Palomino, que seguramente andan liberados entre las páginas de este libro, porque no he tenido tiempo para hacerlo. Si bien hay relatos con clarísima naturaleza autobiográfica, entiendo que el autor ha escogido estos temas no precisamente porque lo atormentaran sino porque ha disfrutado contándonos las historias, y eso hay que celebrarlo, como creo debemos celebrar el acontecimiento de esta noche.

Gracias.

Alfredo Herrera Flores

Cusco, diciembre del 2010.