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jueves, 13 de enero de 2011

UNA ANTOLOGÍA NECESARIA DE APURÍMAC PARA EL PERÚ: “DIOS, EL GRAN POETA” DE FEDERICO LA TORRE.

Por Niel Palomino Gonzales (escritor).

Una antología, en palabras sencillas, es una selección de lo mejor de algo. Aunque personal y arbitrariamente elaborada, es algo así, como la memoria  colectiva de una generación, de una escuela o movimiento literario, o en fin, de todo un pueblo. En ese  entender, para quien escribe estas líneas es muy emotivo comentar la publicación no sólo de un libro sino de la memoria poética de Apurímac, bajo el título de “DIOS, EL GRAN POETA. Poetas representativos de Apurímac”. La edición fue preparada por el prolífico literato Federico La torre Ormachea, padre de la pluma apurimeña,  y se constituye en un hecho sin precedentes en la tierra de dios hablador. Este hecho cultural es doblemente sin precedentes no sólo porque no se realizó una antología anterior a esta sobre la poesía apurimeña, sino porque (es lo que quiero remarcar) el costo económico de la edición corrió a cargo del Gobierno Regional de Apurímac presidida en aquel entonces (2006), por la señora Rosa Suárez Aliaga. Son pocas las entidades y muy pocas las autoridades que aún consideran  la importancia de la cultura y el arte en el desarrollo de los pueblos.  Sin una educación acorde a nuestra realidad y sin la revaloración y difusión de nuestra cultura podremos sobrevivir en el subdesarrollo; pero jamás salir de él.

De las manos del maestro Federico y de la ex presidenta regional de Apurímac, la indestructible y monumental obra se inauguró exactamente el 20 de marzo de 2006 a horas 6:30 pm., según reza en la invitación al acto. El libro presenta, en su interior, casi a todos los apurimeños que han escrito poesía, desde el siglo XVII hasta el siglo XXI. Es, además,  el resultado de un arduo y apasionado trabajo de investigación, de “inspiración y transpiración” por parte del antologador, quien para presentar lo mejor de la poesía apurimeña ha optado además del criterio estético, por el, geográfico y el orden alfabético. De esta manera aparecen 7 vates de Abancay, 10 de de Andahuaylas, 3 de Antabamba, 2 de Aimaraes, 2 de Cotabambas, 1 de Chincheros y 2 de Grau. De ello se puede concluir que la poesía apurimeña fue aperturada por una mujer: la poetisa Josefa Francisca de Añaza y Llano aún en el siglo XVII y es temporalmente clausurada por un varón: el talentoso bardo grauino Hernán Hurtado Trujillo.  La crestomatía en mención es además de un aporte importante a la difusión de la poesía apurimeña un balance del quehacer poético de la tierra del gran Arguedas y una referencia para estudiar la Literatura Peruana en su integridad heterogénea.

Empero, esto no debe quedar sólo allí sino en el conocimiento, estudio, análisis y critica por parte de la población apurimeña y principalmente de la niñez, adolescencia y juventud para “no sentirnos extraños en nuestra propia tierra”. Por esa razón, desde este informativo exhortamos, a los especialistas o encargados del proyecto educativo regional, incluir dentro de la currícula de todas las instituciones educativas y todos los niveles de las siete provincias de Apurímac, como un acto justicia con la cultura nuestra; pues como genialmente afirma el autor de Todas las sangres: “El problema de la educación peruana no se resuelve con el método; sino con el conocimiento previo de las costumbres y tradiciones de un pueblo”.

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